Soy tuyo.

sábado, 23 de febrero de 2013

Hubiese estado de puta madre, eh.



Hubiese estado de puta madre eso de toparme cada mañana con tu sonrisa en el lado derecho de mi cama. De ser yo el culpable de tus noches de insomnio. De ser yo quien te sacara la sonrisa cuando más la necesitabas o la más tonta con cualquier gilipollez de las mías. Hubiese estado de puta madre eso de conocerme tu cuarto mejor que mi propia casa, de que hasta la Luna nos tuviera envidia. De que el portal de tu casa temblara con cada despedida nuestra, de ir a parar a donde da la ventana de tu cuarto cada noche sólo para recordarte que te quiero. De presumir de chica cada vez que saliéramos a dar un paseo, ya sabes, de eso que se nos queden mirando y al instante comerte la boca, que se jodan envidiosos. Hubiese estado de puta madre que tú hubieras sido quién me hubiera salvado de la hostia de mi vida, para levantarme con esa sonrisa. De bajarte la Luna cada noche y subirte a las estrellas cuando quisieras. De tener tus clavículas como punto de apoyo y tu cuello como comida favorita. Y es que hay veces que la vida te hace volverte loco, ¿no? A lo mejor es la única opción. Ser un loco de la vida. Hay veces que la vida te pone cabeza abajo, te da de hostias y te pone trescientas mil piedras en el camino. Hay veces que no sabes ni cómo caminar sin volver a tropezarte. Tan solo te queda caer una y otra vez. Y otra vez. Y no sabes ya qué pie poner ni dónde pisar. Hay veces que la vida te da una oportunidad, y es ese momento en el que tienes que ver el lado bueno de las cosas. Ese momento en el que, de repente, aparece una sonrisa que hace que tus ojos brillen de otra manera. Hay veces que se te olvida el pasado, el cómo has llegado hasta donde estás. Pero eso ya no importa... El destino tiene permiso para romperte el corazón varias veces. Eso es innegociable. Hay veces que el destino te pone a alguien, que también tropieza. Pero, ¿sabes? los tropiezos a medias saben mucho mejor que a solas. Hay veces que la locura es cordura, y en la vida mucho más. Hay veces que ser un niño te convierte en adulto. Hay veces, que el amor duele. Y hay otras tantas veces que por amar, duele hasta rabiar. Y hay otras veces que lo que antes era difícil se vuelve simple, y que la respuesta estaba meses enfrente de tus ojos. Hay veces que una sonrisa puede cambiar el mundo. Entonces, ¿por qué no sonreír? En ese momento, ves que ella tiene la posibilidad de cambiar tu mundo. Hay veces, que el amor llama a tu puerta. Y, es entonces, cuando empieza la locura. Empiezas a quererle como un loco. ¿Sabes cuál es esa sensación de querer tanto que los dedos se te pongan en tensión?¿Sabes cuál es esa sensación de que alguien sea tan necesario que hasta te dé vergüenza? Yo siempre digo que nadie me entiende, que la sensación es siempre la misma, pero distinta. Es esa sensación que todo el mundo conoce y que todo el mundo ha intentado describir, pero que nadie lo ha logrado. Que Neruda o Salinas se intentaron acercar, pero que tampoco lo han conseguido. Esa sensación que nos intentan enseñar las películas. Eso que todos sienten. Joder, ¿cómo se llamaba? ¿cómo te llamaba a ti? Amor. Así te llamas. Eso. Exactamente eso. Es amor. Pero solo lo entiendo si le llamo a ella. Porque si no no tiene sentido. Dios, ¿y qué tiene sentido sin ella? Sin ella, mis cicatrices no tendrían nombre. Y yo no tendría a quien echar de menos. No sé, a veces pienso que la vida es soñar, que es imaginar, ¿no? Imaginarte en mi cama, verte amanecer. Ver cómo se encienden tus ojos y se apaga el mundo. Ver el puto cielo en tus ojos y decidir que es mi color favorito. Imaginarnos fumándonos a pachas, hasta que queme la boquilla de las ganas que nos teníamos. Elegir como patrimonio de mis peores momentos tu cuello. Y saber que soy el único que lo visita. Romperte las medias justo por en medio de las piernas y que me rompas los esquemas cuando estamos a medias. No sé, estaría de puta madre que sólo me sonrieras de esa forma a mí, a los demás dales el menú reducido de tu sonrisa. Estaría de puta madre ver esa camiseta que tan bien te queda en el suelo de mi habitación. No sé, llegaste de repente, sin saber nada de ti. Sólo sé que te he cedido desde ese momento el poder de destruirme. Que has llegado a romperme, y a recomponerme. Has llegado a salvarme. ¿Sabes? Sería la hostia que supieras que estaba decidido a apostármelo todo por ti, y que tú no me dejaras perderlo.